Enviado por virginia el Lun, 11/05/2009 - 17:50

Trabajos sobre papel: 1987-2002

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La casa. 2000. Óleo sobre lienzo. 27 x 41 cm

EL DIBUJO, LA MIRADA, EL SENTIMIENTO. Dibujar es una forma de hablar, a veces incluso de meditar. También es una liberación íntima de los corsés que te imponen otras disciplinas. Uno se permite equivocarse y permite que pasen muchas cosas. Al dibujar no tienes que seguir un camino ni ser coherente, estableces naturalmente una relación muy directa con los materiales, una proximidad real, en la que puedes manifestar tus temores y deseos mas íntimos, llevado quizás por la vulnerabilidad de la tinta o el lápiz sobre el papel. El dibujo es mas privado y también mas fugitivo. Algunas veces son simples notas; otras , pensamientos mucho más elaborados de los que no te preocupa su belleza, sino su armonía. Joan Hernández Pijuan es un artista que dibuja y pinta al mismo tiempo; sus trazos, tanto sobre el papel como sobre el lienzo, nos pueden parecer espontáneos, pero nunca gratuitos; su necesidad de disciplina, control y equilibrio son claves a la hora de mirar sus dibujos, oír su lenguaje, escuchar lo indecible. Siempre a rehusado convertirse en objeto de cualquier teoría, buscando una forma de vivir su arte y de expresar su mitología particular, consciente como es de que el arte es siempre una historia íntima, un proyecto privado, una aventura personal. El color en los dibujos de Hernández Pijuan tiene una presencia evocativa, es como tratar de expresar un sentimiento o percibir un aroma. Las líneas, los trazos, dan ritmo a lo esencial, marcan el espacio como un canto lejano, como un sonido silencioso. Pero tanto el color como las líneas, crean una imagen que es comprendida por la mirada y la mente al mismo tiempo, una imagen que no es nunca provocadora, que no obliga al espectador a comprometerse, a rechazarla o a admirarla, sino que se mantiene en una esfera emocional, que nos revela cuan íntimamente su arte está relacionado con su vida. Cuando contemplo las obras de Joan pienso que lo único que exigen de nosotros es tiempo, porque Hernández Pijuan no pinta ni dibuja lo que ve, sino o que siente al mirar.     María de Corral (2003)